"Desde aquel jardín nos dirigimos en numeroso grupo al otro lado del pueblo, donde se ve, desde la cumbre de un cerro escarpado, un bellísimo paisaje, que acaso no tiene igual en el mundo. Llámase aquel sitio "Las piedras del Algarrobo" y corre a sus pies, a una gran profundidad, y formando un ángulo casi recto, cuyo vértice ocupábamos, el cristalino río, en cuyas ondas tantas veces me he bañado. Los molinos y huertas de sus riveras; los extensos pinares que cubren las opuestas colinas; las fuentes murmuradoras, que por todas partes bajan a aumentar su corriente, hacen de aquel lugar un verdadero paraíso". 9 de enero de 1870.