"Antes de llegar, se presentó ante mis ojos uno de esos espectáculos de gran novedad para mí y de sorprendente belleza: era el incendio de algunos bosques en las montañas, a cuyo pie corre el Magdalena. Los árboles corpulentos habían sido abatidos por el hacha, para destinar el terreno al cultivo, y el fuego se encargaba de convertir en fecundante abono los despojos de aquellos árboles seculares. La noche era muy oscura y los montes, iluminados por la rojiza luz del incendio, destacaban sus perfiles con indecisión entre las espesas nubes de humo, formando un paisaje de tan fantásticas formas, que es más fácil de ser comprendido que descrito". 9 de agosto de 1871.